La salud mental en el deporte: cómo las nuevas generaciones rompieron el tabú y aprendieron a parar | Deportes

La gimnasta Simone Biles compite durante la Clásica estadounidense en Ilinois, el pasado 5 de agosto.
La gimnasta Simone Biles compite durante la Clásica estadounidense en Ilinois, el pasado 5 de agosto.ALEX WROBLEWSKI (EFE)

Parar para cuidar la salud mental ya no da miedo. Ya no hay tabú, ya no hay secretismo. Ni estigma. Carlos Alcaraz habla de su psicóloga abiertamente. Carolina Marín, también. Ricky Rubio anuncia un descanso para recuperar su bienestar, y Simone Biles da un paso atrás durante dos años para dar tres hacia adelante ahora. Se marchó de Tokio y hoy, más entera, piensa en París. La salud mental en el deporte ha ocupado portadas, ha transformado Juegos Olímpicos y ha pasado a ser un tema recurrente en los clubes durante la última década. Cada vez más referentes de la élite han hablado sobre depresión y ansiedad, y la figura del psicólogo deportivo se ha convertido en imprescindible. Ahora, hay que poner una marcha más. “Visibilidad, mensajes, campañas… ya no vale. Hay que dar un paso más. Hay que enfocarse en la acción factible”, explica Ben Miller, director de medios de la Common Goal, plataforma de acción contra los retos principales de la sociedad.

“Las situaciones de emergencia que estamos viviendo desde hace un tiempo —como la pandemia— han provocado que la salud mental sea la principal preocupación de los ciudadanos. Su visibilidad obedece a una madurez de la sociedad para abordar un tema marcado por la vergüenza, la culpa y la desinformación”, explica Rafael Tabarés, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Valencia e investigador del Cibersam. Para Xesco Espar, exentrenador de balonmano del FC Barcelona y experto en alto rendimiento, la clave radica en que “deportistas que se atreven a hablar públicamente sin miedo a ser estigmatizados y, con eso, lo normalizan”.

El escolta español Álex Abrines trata de entrar a canasta durante el España - Eslovenia disputado el pasado viernes.
El escolta español Álex Abrines trata de entrar a canasta durante el España – Eslovenia disputado el pasado viernes.Jorge Zapata (EFE)

El último caso ha sido el de Ricky Rubio. El jugador de baloncesto ha decidido parar para cuidarse. No estaba bien. Ni sus compañeros ni entrenadores se percataron de ello. “He estado con él y no hemos sido capaces de verlo”, afirmaba su amigo y capitán de la selección Rudy Fernández. Su compañero, el alero Álex Abrines, también sufrió una depresión y tuvo que abandonar la NBA a principios de 2019. No podía ni siquiera salir a la pista. “Es como una lesión. Te inhabilita para competir. Hay que darle importancia al período de recuperación psicológica igual que al de recuperación física, y dependerá de cada deportista: hay personas que necesitan tres meses y otros, un año. Pero parar demuestra mucha valentía”, explica María Cabrera, psicóloga del deporte. “Personas como Ricky Rubio que aparecen explicando esto y actuando en consecuencia demuestran así su madurez y la necesidad de cuidarse”, comenta Tabarés.

“Los más vulnerables son los que empiezan desde muy jóvenes, sobre todo al principio, y necesitan ayuda para gestionar la presión de las expectativas, y todo lo que sea en relación a su economía y lo que les puede llegar a cambiar la vida”, añade Cabrera. La precocidad de Rubio es compartida con la exfutbolista Irene López: con 17 años ganaba un Mundial y a los 20 anunciaba que dejaba el fútbol. Lo había aborrecido: estrés, frustración y una excesiva exigencia para una jugadora que había debutado en Primera con 15 años. “Los deportistas de élite, sobre todo jóvenes, tienen muy ligada su identidad pública a su personalidad”, explica Espar. El bache profesional y de su imagen pública se convierte, al final, en un fracaso personal.

Estos problemas son, lejos de ser casos puntuales, habituales. Según la OMS, alrededor de 280 millones de personas sufren depresión en el mundo. Y más de 700.000 se quitan la vida. Un estudio realizado por la Universidad de Toronto recoge que los atletas de élite son más propensos a experimentar trastornos de salud mental, como la depresión y la ansiedad, a causa del estrés y la presión desmedida. Según el estudio, más del 41% de los atletas del equipo nacional de Canadá que entrenaban para Tokio 2020 cumplían criterios para el diagnóstico de trastornos mentales. FIFPRO, además, reveló que el 38% de los futbolistas en activo han sufrido síntomas de depresión. “Los deportistas están expuestos a un estrés mantenido durante mucho tiempo, y eso les ocasiona problemas de adaptación, de incertidumbre o de tolerancia a la frustración”, indica Cabrera. La saturación de partidos es también un problema, “además de que competir fuera de casa dificulta el equilibrio entre vida personal y profesional”, explica Espar.

Los Juegos de Tokio marcaron un punto de inflexión en la salud mental en el deporte. Naomi Osaka era la elegida para encender el pebetero, un mes después de que, siendo la tenista número dos en el mundo, abandonase Roland Garros. “Tengo olas de ansiedad antes de hablar con los medios”, reconoció Osaka, que llevaba lidiando con la depresión desde 2018. La tenista mejor pagada cayó en aquellos Juegos en la tercera ronda. Para Simone Biles ocurrió algo similar. Paró cuando estaba en lo más alto de su carrera, con apenas 24 años. Padecía ansiedad. “Es más importante la salud mental que el deporte ahora mismo”, comentaba tras anunciar su retirada temporal. Ahora, recuperada, ha vuelto a competir tras dos años de descanso.

Ni el medallista olímpico más condecorado ni el autor del gol que le dio a España el Mundial de fútbol en 2010 están exentos de la depresión. Andrés Iniesta también estuvo a punto de dejarlo todo. “Caí en un pozo sin salida. Solo deseaba que llegase la noche para poder tomarme una pastilla y dormir. O buscaba ayuda o sabía a dónde iba a parar”, explicaba el futbolista, que sigue acudiendo a terapia. En 2009 murió su amigo Dani Jarque, y pasó por una época depresiva antes de la Copa del Mundo.

Como él, Michael Phelps también sufrió una depresión tras anunciar su retirada tras los Juegos de Londres 2012. “Llegué a poner mi vida en peligro. En 2014 había momentos en los que no quería vivir”, aseguraba el tiburón de Baltimore, que había pensado en el suicidio.

El cambio de los jóvenes

Algunos deportistas intentaron suicidarse. Otros lo lograron. Blanca Fernández Ochoa, la primera mujer en conseguir una medalla olímpica para España, acabó con su vida en 2019. Sufría un trastorno bipolar. El éxito llegó demasiado pronto para ella y, con 56 años, apareció muerta en la sierra de Cercedilla, tras días desaparecida. Robert Enke, con 32 años, se arrojó a las vías del tren a causa de una depresión que sufrió tras su paso por el Barça y el Fenerbahçe y agravada por la muerte de su hija de dos años. Gary Speed, Andres Biermann o Francesc Arnau también acabaron con sus vidas tras episodios de problemas de salud mental.

Para evitar estos casos, la Common Goal —formada por unos 250 futbolistas y entrenadores— se ha unido a la lucha por la salud mental con el fútbol como motor de cambio. “Nunca he visto tanto interés en un tema. Todo el mundo quiere tomar acción”, comenta Miller. En Inglaterra, añade, uno de cada cuatro futbolistas tiene problemas de salud mental, una cifra que ha aumentado un 49% en cinco años. “Trabajamos con un modelo dividido en dos: recursos y ayuda inmediata, y dar herramientas y crear una red para ayudar a compañeros y gente de la comunidad”, cuenta Miller.

Para él, la acción debe producirse desde arriba hacía abajo, y viceversa. Jóvenes, grupos de fans, directivos, staff y la élite. “El poder que tiene el deporte es único. Tenemos que trabajar en un cambio radical”, afirma el responsable de la plataforma. Para Cabrera, el objetivo es la prevención: “el foco de actuación de los psicólogos deportivos está en potenciar las habilidades, más allá de intervenir cuando hay un problema”. Algo tienen en común Alcaraz, Marín y Biles: el huracán de una nueva generación. “La gente joven, los chicos de la generación zeta y alfa, se sienten cómodos al hablar de salud mental. Esto me da fe de que estamos en un momento de revertir la situación”, explica Miller. Una nueva ola de deportistas de élite que hablan, cómodamente, de lo que sucede en su mente, como de lo que sucede en su físico. No hay miedo. No hay tabú. Hay cotidianidad. Ahora queda actuar.

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