Las pavorosas consecuencias del fuego en la isla de Maui, en Estados Unidos, y en Canadá han vuelto a mostrar hasta qué punto resultan hoy en día peligrosos los incendios forestales cuando se vuelven gigantes. En la isla hawaiana el recuento de víctimas mortales supera el centenar y en territorio canadiense han ardido ya este año 13 millones de hectáreas, una superficie como Grecia. La escala de lo que está ocurriendo al Norte del continente americano no tiene comparación posible con España, pues aquí no hay masas forestales continuas de dimensiones tan grandes. Sin embargo, ingenieros forestales expertos en fuegos como Celso Coco y Ferran Dalmau alertan de que en España, y a medida que se agravan los efectos del calentamiento global, sí podría ocurrir una catástrofe con tantas víctimas mortales como el de Hawái de este mes de agosto o el de Pedrógão Grande, en Portugal de junio de 2017 (66 muertos) al haber mucha población integrada en zonas forestales con “un riesgo enorme”.
Las estadísticas estatales españolas consideran un fuego como un Gran Incendio Forestal (GIF) a partir de las 500 hectáreas calcinadas. Ya se cuenta entre ellos, por tanto, el incendio que sigue activo en Tenerife, con más de 8.000 hectáreas quemadas y miles de personas desalojadas. Según la base de datos existente desde 1968, en el último medio siglo se han producido más de 2.100 de estos GIF. Sin embargo, hay superincendios que alcanzan dimensiones muy superiores. Once de estos monstruos de fuego han superado las 20.000 hectáreas forestales arrasadas, seis de ellos desde el año 2004, y tres de desde 2021.
Algunos más pequeños han quemado zonas de alto valor natural y provocado más víctimas mortales, como el de septiembre de 1984 en La Gomera (Canarias), donde murieron 20 personas. Pero no se ha registrado ninguno más grande que estos. Con el cambio climático, “estamos viendo cosas extremas que antes se producían cada 100 años, y ahora se producen cada cinco”, afirma la investigadora Cristina Santín. Repasamos cuáles han sido hasta hoy los 10 incendios que más hectáreas forestales han devorado en España y qué fue de estos desastres ambientales una vez que se apagaron las llamas.
1. Minas de Riotinto (2004): 29.867 hectáreas
El fuego de Minas de Riotinto, en Huelva, es hasta la fecha el incendio forestal más grande registrado en España, según la base de datos del Ministerio para la Transición Ecológica. Quemó 29.867 hectáreas de alcornoques, encinas, pinos y eucaliptos. Además, acabó con la vida de dos personas, que fueron encontradas carbonizadas dentro de un vehículo. Pasadas casi dos décadas, todavía se desconoce cómo empezaron las llamas. Según cuenta Juan Romero, profesor de primaria y presidente de Fuego Nunca Más, plataforma creada a raíz de este desastre, el incendio comenzó “en un contenedor de un edificio y alcanzó a 13 municipios de Huelva y Sevilla”. No se sabe más. El docente explica que hubo incluso un juicio contra un vecino sospechoso de la autoría del incendio, pero el caso fue archivado.
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“La Junta de Andalucía dio 70 millones de euros para restaurar el monte y desde Bruselas, a partir de este incendio, se activaron unos fondos de solidaridad para recuperar zonas quemada”, señala Romero. Pero lamenta que el dinero invertido para replantar el monte, no sirvió para mucho, debido a que en estos 19 años no se ha hecho ningún seguimiento de la zona. La imagen de estos montes mediterráneos vuelve a ser verde, hay matorral, pero no se han recuperado las encinas ni los alcornoques, ni tampoco el ganado y la apicultura de la zona. “De la venta del corcho del alcornoque se extraía anualmente 600.000 euros, una cantidad que desde el incendio se ha visto reducida a 100.000 euros”, señala el profesor.
Estos superincendios necesitan una serie de factores “que es difícil que se produzcan”, explica Santín, que trabaja en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (CSIC-Universidad de Oviedo-Principado de Asturias). “Para empezar tiene que haber suficientes superficies vegetadas que se puedan quemar. Se tienen que dar condiciones climáticas bastante extremas, que haya mucho calor, vientos fuertes y mucha sequedad las semanas antes, y también las sequías de larga duración, eso hace que esté disponible para quemar vegetación que normalmente no lo está”, agrega.
2. Corte de Pallás (2012): 28.879 hectáreas
El 28 de junio de 2012, la chispa de dos operarios que estaban haciendo una soldadura provocó un incendio en el término municipal de Cortes de Pallás, en Valencia, que arrasó con 28.879 hectáreas de monte. La chispa se convirtió en un monstruo de fuego debido al ambiente seco y árido de la zona, con mucho matorral y campos abandonados, lo que hizo que las llamas avanzaran a gran velocidad.
Al igual que este fuego gigantesco nació de algo muy pequeño, también impactó de forma especial en unos animales de reducido tamaño con un gran peso en la economía del lugar. Así lo explica el maestro jubilado y cronista oficial del municipio de Millares, cercano a Cortes de Pallás, Fidel Pérez, que cuenta que en el área calcinada había miles de colmenas de abejas. “La economía de los apicultores de la zona sí se vio afectada, las colmenas fueron pasto de las llamas y el futuro de la producción de miel quedo perjudicado”, destaca.
3. Ayora (1979): 28.310 hectáreas
Este es el superincendio más antiguo en las estadísticas oficiales. Ocurrió hace 44 años en Ayora, en Valencia, y calcinó 28.310 hectáreas. El fuego comenzó por una tormenta seca y unos rayos, en la sierra de Ayora, y saltó a los términos municipales de Teresa de Cofrentes, Bicorp, Jarafuel, Quesa, Moixent y Enguera. Para Pepe Cerdá, miembro de la Asociación para la Defensa de la Naturaleza (ADENE), que cada domingo sale con su grupo a rellenar los bebederos de animales de la sierra de Enguera y a limpiar la zona de basura, “el fuego tuvo efectos positivos y negativos”.
El efecto negativo en 1979 para la comarca fue la merma de ingresos que provenía de la tala de árboles, señala Cerdá, “porque la madera antes valía para los grupos madereros”. “El efecto positivo fue la reacción de la gente que se unió creando la asociación en la que llevo trabajando 30 años, ADENE”, afirma el activista. Hoy en día, “la zona está preciosa, totalmente recuperada, pero la recuperación ha sido natural”, asegura Cerdá.
Para Santín nuestros ecosistemas, se han adaptado y tienen la capacidad para recuperarse de los incendios. Sobre todo, “el mediterráneo que es el que predomina en la península desde hace miles de años. No me sorprende que se recuperen de forma natural. Es ahora, con el cambio climático que estamos viviendo, que en zonas que se debería recuperar sin problema, con la sequía y el calor, la recuperación natural este siendo más difícil”.
4. Villarluengo (1994): 28.213 hectáreas
Entre los 10 incendios forestales más devastadores del país, hay cuatro que ocurrieron en 1994, un año fatídico para la historia de estos fuegos, donde se unió una prolongada sequía y el calor extremo. El de Villarluengo, en Teruel, calcinó 28.213 hectáreas de bosque y cultivo, donde vivían muchas familias agrícolas y ganaderas, que perdieron sus campos y masías, y con ello su forma de vida. “Actualmente, ha habido una regeneración natural muy fuerte, lo que supone un problema debido a las grandes masas forestales silvestres”, indica el agente medioambiental de San Mateu, Félix López.
La causa del incendio fue un rayo que cayó en Villarluengo y de ahí pasó a ocho municipios de la comarca de los Puertos de Morella, en Castellón. Las llamas acabaron con la vida de una persona, que fue encontrada carbonizada dos meses después. “Seguramente se quedó acorralado”, apunta el agente forestal.
5. Losacio (2022): 26.182 hectáreas
Este incendio ocurrido el año pasado fue el segundo en golpear a la Sierra de la Culebra, solo un mes después de que otro fuego gigantesco también de esta lista se cebara con este valioso espacio natural. Ambos comenzaron por rayos de tormentas secas. Este de Losacio, comenzó el 17 de julio y calcinó 26.182 hectáreas donde abundaban los pinos, además de dejar tres víctimas mortales: un ganadero que murió atrapado por las llamas al intentar liberar a sus animales, un brigadista y un empresario de la construcción que estaba limpiando el terreno para frenar las llamas. “El desastre medioambiental es incalculable, hay zonas que necesitaran más de 30 años para estar como estaban antes”, dice el alcalde de Carvajales de Alba, Roberto Fuentes. “La zona actualmente se sigue viendo quemada, llovió mucho en junio y ha salido mucha hierba, pero perdimos muchos pinos y también mucha fauna, jabalíes, ciervos, ovejas y vacas”, agrega.
Este incendio se calculó, en un primero momento, que había afectado a más de 60.000 hectáreas, debido a que “las primeras estimaciones se hacen con superficies completas y suelen ser superficies más grandes que lo que queda luego en la superficie oficial” indica Coco. Este ingeniero forestal añade: “En la estadística de incendios forestales, la superficie que se contempla es siempre forestal, si afecta al espacio agrícola o urbano no entra en la estadística. Además, es frecuente que en el interior del fuego haya zonas que se queden sin quemar, comúnmente llamadas islas, y que se desprecian del cómputo total”.
6. Moratalla (1994): 25.579 hectáreas
El origen del fuego en Moratalla, Murcia, el 4 de julio de 1994, fue causado por unos operarios que estaban trabajando en la montaña. Esta situación sumada a la ola de calor, un fuerte viento y un monte que no se podaba desde hace 50 años, terminó por calcinar 25.579 hectáreas de pinos, olivos, almendros, cereales y explotaciones ganaderas.
En este lugar “ha sido la naturaleza por sí sola la que ha conseguido brotar más rápido, la zona actualmente está verde, y gracias en parte a que no hubo lluvias torrenciales y las lluvias que hubo fueron beneficiosas”, detalla el jefe de servicio de protección civil, unidad de bomberos de Moratalla, Francisco Navarro. El jefe de bomberos también cuenta que se hicieron intervenciones en las zonas más erosionadas y que se dieron compensación con cuantías muy elevadas para los cortijos y las naves agrícolas de ganado.
7. Millares (1994): 25.430 hectáreas
El incendio de Millares, en Valencia, el 4 de julio de 1994, redujo a cenizas 25.430 hectáreas de matorral y cultivos de olivos y almendros. La zona ya se había quemado en 1985, curiosamente “en el mismo lugar en el que se originó el incendio de 1994 y el primer incendio arrasó con un bosque de pinos que para que se vuelvan a ver aún queda mucho tiempo”, asegura el historiador del municipio, Fidel Pérez. Este incendio también terminó con la vida de siete personas. Cinco pertenecían al cuerpo de brigadistas antiincendios, las otras dos vidas que se cobraron las llamas fue la de un concejal y un voluntario.
Según Pérez, la zona se ha recuperado, los cultivos “rebrotaron y pronto volvieron a producir fruto y el monte se recuperó de matorral”.
8. Figueruela de Arriba (2022): 24.074 hectáreas
El fuego en el término municipal de Figueruela de arriba, en Zamora, incineró 24.074 hectáreas de pino, roble y encina. Este incendio igual que el de Losacio, también afecto a la sierra de la Culebra. La Junta de Castilla y León declaró, en junio de este año, que se empieza a ver regeneración natural en buena parte de las zonas incendiadas y ya se puede establecer un plan de restauración a largo plazo.
El alcalde de Carvajales de Alba, en Zamora, Roberto Fuentes, achaca el desastre a que “no estaba limpio el monte”. “El fuego se apagó rápido, pero se podría haber apagado más fácil. Cada vez quedan menos ganaderos y las políticas no facilitan que la gente joven se quede en el campo. Un pueblo que no tiene ganaderos se llena de maleza el año siguiente. Hubo pueblos enteros que no se quemaron de carambola, por suerte”.
La investigadora Ramón y Cajal del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, Cristina Santín indica que hace 50 años la gente vivía en los pueblos, todos tenían ganado que pastaba en el monte, una huerta y se utilizaba la biomasa del bosque. “Ahora que hemos cambiado, cada vez tenemos más vegetación en nuestros montes, eso es bueno para el secuestro de carbono, tener un agua y un aire más limpio, pero tiene efectos secundarios, si tienes montes más exentos y con más biomasa, pues es más probable que tengas megaincendios. En cambio, si tienes un paisaje mosaico, en el que se alternan zonas ganaderas, agrícolas y de bosque, es más difícil que el incendio pase y queme una zona extensa de matorral y bosque. Es uno de los factores nuevos de nuestro clima y paisaje con el que tenemos que coexistir y aprender a vivir”, señala.
9. Requena (1994): 24.064 hectáreas
En el municipio valenciano de Requena, fue la colilla de un fumador, el 5 de julio de 1994, lo que hizo que ardieran 24.064 hectáreas de pinos, varias casas rurales y muchas cabezas de ganado. El bosque “se repobló por sí solo, por la misma semilla de los pinos que se queda en el monte. Actualmente, hay la misma densidad de pino, pero ya no se ha cortado la leña, no se ha cuidado más y ahora es un vergel que no se puede ni entrar”, cuenta el jefe de protección civil de Requena, Manuel Aguilar.
“El fuego llegó hasta el municipio de siete aguas, se evacuó a los vecinos. Pero murió mucho ganado y se quemaron las casas de campo de trabajo agrícola y ganadero. También murieron animales silvestres, como conejos y jabalíes, como es normal en estos incendios”, agrega Aguilar.
10. Sotalbo (2021): 21.139 hectáreas
El incendio de Ávila, que comenzó por el motor de un coche que salió ardiendo, en el término municipal de Sotalbo el 14 de agosto de 2021, arrasó con 21.139 hectáreas de pinos, encinas y cultivos. “La zona actualmente no se ha recuperado y tampoco se ha recibido ningún tipo de ayuda por parte de la Junta para recuperar el terreno”, señala el agente forestal del término municipal de Sotalbo, en Ávila, Javier Garrido.
Esta catástrofe comenzó en plena ola de calor del verano con un viento fuerte y una temperatura muy alta. De las hectáreas que se calcinaron, 6.000 eran de monte público, y de ellas, 2.200 eran de pinar. El resto eran propiedades privadas. “Se quemaron pastos, alpaca, forraje, distintos tipos de maquinaria, murieron también animales domésticos y silvestres: vacas, terneros, caballos, corzos y jabalíes”, agrega el agente forestal.
“He nacido y crecido en el mundo rural y ver cómo se quemaba el monte que cuidaba me creó una gran impotencia y desolación. Solo pido que tomemos conciencia para no repetir los mismos errores”, sentencia el vecino de Sotalbo.
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