En el autobús del equipo SD Worx seguro que hubo risas, y alguna broma, porque una de las peores cosas que puede hacer una ciclista, –o uno–, es celebrar una victoria que no ha conseguido. Se contendrán las corredoras, porque quien lo hizo es su jefa de filas, Demi Vollering, y es una de las mejores del mundo. Pero sin saber lo que pasaba por delante, se lanzó a la piscina en la meta de Rodez, y aunque con cierta timidez, levantó los brazos, con una sonrisa de oreja a oreja, y se señaló el maillot. Pero resulta que más de un minuto antes, otra corredora, Yara Kastelijn, del modesto equipo continental Fenix, había hecho lo mismo, e incluso había tenido tiempo de atender a un grito del otro lado de la valla: “¡Yara!” y reconocer a su madre, o su tía, o su abuela, qué más da, y acercarse para darle un abrazo entre lágrimas.
Fue una victoria trabajada desde la víspera, cuando a su compañera de equipo Julie Van de Velde, se la arrebataron a 150 metros de la llegada las depredadoras de las llegadas masivas, algo cruel pero lícito. Como lo que planeó su equipo para intentarlo de nuevo. Metió a dos corredoras en la fuga, y mientras Marthe Truyen, su compañera, colaboraba con las otras doce ciclistas, entre las que andaba Sheila Gutiérrez, que llegaron a alcanzar un margen de once minutos sobre el pelotón, ella remoloneaba en la cola a resguardo del viento, al ritmo de las demás. “Las compañeras de fuga estaban enfadas conmigo”, comentaba después, “pero no hemos venido al Tour a hacer amigos”.
Y tanto. Ella salió a ganar, y lo hizo, e incluso en algunos momentos, cuando en el pelotón había dudas, alcanzó el liderato virtual. Pero la rebeldía de Lotte Kopecky, la mujer que viste de amarillo, estropeó sus planes. Agotadas todas en los últimos kilómetros de la etapa más larga del Tour, la neerlandesa atacó para reducir diferencias. Lo hizo, aunque se encontró a un Movistar muy activo para desactivar las minas del camino.
Por eso, después de que Kastelijn levantara los brazos como vencedora, y se emocionara con su madre, su tía o su abuela, qué más da, la pelea por las bonificaciones que restaban se dirimió entre las favoritas, en unos 500 metros finales de rampas imposibles. Van Vleuten daba chepazos para distanciar a Vollering, que reaccionó con fuerza y superó a la campeona del Mundo, para restarle ocho segundos. Pero se equivocó: “Como no vi a nadie delante de mí, pensé que había ganado”. Tendrá que aguantar las bromas.
Clasificación de la cuarta etapa:
Clasificación general:
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